Pasó un verano más y empiezan a cambiar las postales a lo largo y a lo ancho de los campos en Argentina. Con la cosecha en agenda vamos a repasar el escenario climático y las alternativas de manejo a realizar, atendiendo a la disponibilidad hídrica de cada zona.
El año comenzó implacable, con olas de calor y temperaturas por encima de lo normal en buena parte del territorio nacional. Las lluvias acompañaron con mayor fuerza desde finales de febrero, aunque no fueron suficientes para revertir la situación de algunos cultivares que presentaban daños graves.
Ante este escenario los cultivos se comportaron de distinta manera. Por ejemplo, hubo maíces tempranos que adelantaron su secado, o bien maíces de segunda que encontraron poca agua en el periodo crítico, afectando el resultado final.
Para abril y mayo se esperan temperaturas por encima de lo normal, especialmente en el norte nacional, Córdoba y el oeste santafesino. Este panorama podría adelantar algunas cosechas, especialmente ante un periodo de bajas lluvias que acelere el secado de granos. Aunque, a priori, parece que habrá precipitaciones dentro del promedio.
Malezas resistentes: el objetivo de control post cosecha
Los campos cambian su apariencia una vez que pasó la cosechadora y no todos llegan igual. Todavía abundan los planteos que van a un largo barbecho, esperando el próximo cultivo de semilla gruesa. Aunque la experiencia demuestra que este tipo de prácticas son un escenario ideal para la proliferación de malezas resistentes.
En los últimos años creció la proporción de especies de difícil manejo, es decir, aquellas capaces de resistir a las herramientas de supresión química. El uso reiterado de compuestos químicos y la baja diversificación de cultivos ocasionaron una mayor prevalencia de los biotipos resistentes. Estas prácticas de pulverización, además de ser muy costosas, producen que las plantas con genes capaces de sobrevivir a las aplicaciones adquieran mayor capacidad de reproducirse y terminen prevaleciendo en el sistema.
Intensificación en las rotaciones
Como dijimos arriba, una vez que pasa la máquina encontramos que la cobertura no es suficiente para proteger el suelo, exponiéndolo a la erosión hídrica y eólica. Tener el sistema “inmovilizado” también conlleva un desperdicio de recursos como agua, luz y nutrientes, que serán aprovechados por malezas. A fin de cuentas, el suelo siempre se cubre. El buen manejo es decidir con qué.
Ahí es cuando entra la intensificación, que no es más que aumentar la eficiencia de los recursos disponibles, achicando la duración de los barbechos y disminuyendo el crecimiento de especies resistentes.
A mayor intensificación de las rotaciones, mayor es la biomasa total producida por hectárea. Cuanto más días al año tengamos el suelo con cubiertas vivas, produciremos más biomasa y aportamos más carbono orgánico particulado y materia orgánica al sistema.
Si contamos con una buena disponibilidad hídrica, una forma de hacerlo es mediante la implantación de un doble cultivo de cosecha en el ciclo, como puede ser la rotación Soja—- Trigo/Cebada.
Otro camino, del que ya hemos hablado en este foro, es la incorporación de cultivos de servicios en intersiembras. Al sembrar sobre cultivos en pie, ganamos tiempo y las postales post cosecha tienen más color, con una cubierta verde esperando para aprovechar toda la luz del otoño.
Específicamente para el control de malezas, los cultivos de servicio proveen raíces y biomasa aérea que compiten en forma directa con las malezas y luego generan un residuo sobre el suelo que tiene un efecto supresivo sobre ellas. Así reducimos la emergencia de malezas, aminoramos su desarrollo y, por consiguiente, el número de aplicaciones de herbicidas.
Cada rotación que elijamos va a conformar una comunidad diferente de malezas. Y eso nos lleva al siguiente punto.
Rotaciones más diversas
Es otro aspecto clave del manejo post cosecha estival. La inclusión de varias especies en el sistema va a reducir la presión de selección de las malezas, haciendo más eficientes las aplicaciones. Una práctica aconsejable es la consociación de gramíneas y leguminosas, como avena y vicia, puesto que esta última mejora los aportes de carbono de las gramíneas.
Diversificar las especies de invierno también tiene efectos benéficos en la sanidad de los cultivos. A mayor variedad de especies, tendremos cultivos no susceptibles al mismo problema, como puede ser el brote epidémico de una enfermedad. Más a la corta que a la larga, esto repercute positivamente en la productividad y la estabilidad del agroecosistema.
Soluciones para sistemas mixtos
La incorporación de pasturas en planteos agrícola-ganaderos es otra alternativa de rotación para disminuir el stand de malezas. Además, el pisoteo y pastoreo animal también cumplen un rol de control, lo que conlleva a disminuir notoriamente la cantidad de aplicaciones de herbicidas y consecuentemente los posibles problemas de resistencia en el sistema.
La intensificación de las rotaciones mejora la calidad del suelo, mejorando su estructura y su actividad biológica de transformación de la materia. Con el tiempo, estos cambios observados en los indicadores biológicos, conducirán a transformaciones positivas en la calidad física y química del suelo.
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