En el mes de agosto, mientras algunos lotes tardíos culminan la cosecha, ya nos llegan noticias de las primeras siembras de maíz de nueva temporada. En Argentina, este cultivo tuvo un desarrollo tecnológico formidable y demostró sus virtudes para adaptarse a distintas condiciones climáticas y en varias regiones los ciclos entre cultivos pueden incluso “empalmarse”.
El cultivo de maíz no solamente es relevante por las aplicaciones de valor que permiten sus granos (proteínas animales y energías alternativas son algunas de ellas), sino que tienen un rol clave en la conservación del suelo.
En una nota originalmente publicada en Horizonte A, Esteban Ciarlo y María Fernanda Gonzalez Sanjuan destacaron que el desarrollo radicular del maíz fomenta la formación de compuestos orgánicos precursores a la materia orgánica estabilizada. Este cultivo de gran tamaño también es capaz de secuestrar carbono atmosférico, una práctica esencial en programas de mitigación del cambio climático.
Generalmente, las fechas de siembra de maíz temprano van desde septiembre a octubre, cuando hay condiciones óptimas de humedad y temperatura para su desarrollo inicial.
Sin embargo, en Argentina la producción está por debajo de lo alcanzable, debido en parte a planes nutricionales deficitarios que afectan hasta un 30% del rendimiento potencial alcanzable.
Primavera alentadora
Si algo diferencia esta temporada de las anteriores, son las buenas reservas hídricas que dejó el invierno. El aporte de lluvias en julio hizo que en lo que va del año, las precipitaciones igualen o superen valores históricos en casi toda la zona núcleo.
Según estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario, en el noreste de Buenos Aires las lluvias promediaron 600 milímetros (mm) desde enero. Chacabuco, Baradero y Pergamino recibieron 1040 mm, 955 mm y 761 mm cada uno.
En Santa Fe, Bigand registró 971 mm; Rosario, 854 mm y Montes de Oca, 825 mm. Por su parte, en el sudeste cordobés Laboulaye marcó 718 mm y Bell Ville, 676 mm.
Este aporte inusual de agua da buenas perspectivas para empezar la temporada de semilla gruesa en casi toda la región central de Argentina. ¿Qué tenemos que considerar antes de empezar con los maíces? Veamos.
Planificando la fertilización
Este cultivo demanda una cantidad significativa de nutrientes y la gestión nutricional es preponderante para sincronizar las disponibilidad de nutrientes con las necesidades del maíz.
Para determinar cuántos nutrientes fueron exportados con el grano y decidir las reposiciones es importante realizar diagnósticos de fertilidad, con análisis de suelo. Con este paso podremos conocer qué carencias podrían restringir el rendimiento.
En orden de relevancia tenemos al Nitrógeno (N) como el mayor limitante, seguido por el Fósforo (P), Azufre (S) y el Zinc (Zn). Respetando esta jerarquía, las reposiciones de los nutrientes de mayor relevancia son clave para obtener fertilizaciones más eficientes.
Lo más habitual es realizar una aplicación previa a la siembra o bien en paralelo. Con el cultivo en pie pueden realizarse ajustes, sobre todo con fertilizantes nitrogenados. Dependiendo del progreso del cultivo y el rendimiento deseable, los ajustes pueden hacerse cuando el maíz exhibe seis u ocho hojas.
En Altina ampliamos nuestra gama de fertilizadoras de arrastre y autopropulsadas, tanto para aplicaciones incorporadas o en cobertura. Este año ofrecemos soluciones entre 400 y 18500 litros de capacidad con posibilidades de configuración casi infinitas, para que la decisión sea la que mejor se adapte a tu trabajo.
Además, mantenemos las condiciones comerciales de siempre, con la posibilidad de financiar un equipo Altina a dos años, en pesos o en dólares.
Mirando más allá del cultivo
Para cerrar esta nota, queríamos recordar que los beneficios de una fertilización adecuada siguen ejerciendo su influencia tras cosechar el cultivo en cuestión. Los efectos a nivel sistema de los fertilizantes pueden extenderse por plazos de dos a cinco años. El resultado son sistemas con mayor capacidad de producir biomasa, acumular materia orgánica y, consecuentemente, una capacidad productiva superior.