Con las cosechas del cereal avanzando en todo el país, repasamos ajustes en prácticas de manejo para que la soja de segunda no resigne productividad comparada con las siembras tempranas. ¿Qué se puede hacer desde el manejo de suelos y la fertilización? Vamos a tratar de darle respuesta en esta nota.
Todo indica que veremos más soja esta temporada. La oleaginosa ya había ganado superficie la última campaña y este año las complicaciones ocasionadas por la chicharrita desalentaron la intención de siembra de maíz, especialmente los tardíos, que en muchos casos serán reemplazados por soja.
A este escenario también lo alientan los costos en los fertilizantes. La rotación trigo/soja demanda dosis menores de producto que el ciclo trigo/maíz, dos gramíneas con elevados requerimientos de fertilizantes nitrogenados.
La prevalencia del fenómeno La Niña es cada vez más segura, aunque no se sabe del todo cómo impactará en los meses de desarrollo del cultivo. Esto genera incertidumbre a la hora de planificar la siembra y pensar estrategias de manejo, haciendo difícil determinar cuál es el paquete tecnológico más adecuado.
Para el trimestre noviembre-diciembre-enero, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) pronosticó temperaturas superiores a lo normal en toda la franja central del país, especialmente en la zona este de Buenos Aires.
En cuanto a las precipitaciones, el SMN anticipó un régimen escaso en el este bonaerense y en regiones patagónicas. Por su parte, las lluvias en el sur del Litoral, Córdoba y San Luis podrían estar dentro del promedio histórico.
¿Sojas de primera o de segunda?
Al compararlas observamos diferentes condiciones ambientales y hay que saber cómo reformular la estrategia para optimizar la producción.
Generalmente, la soja de primera rinde más que su par de siembra tardía. Al sembrarse en octubre o noviembre atraviesa el periodo crítico de desarrollo, comprendido entre las etapas R3 y R6, con mayores temperaturas y más horas de luz, que se traducen en una mayor radiación.
En cambio, la soja de segunda está precedida por cultivos invernales o primaverales, generalmente gramíneas como trigo o cebada. Al postergarse la fecha de siembra, se desarrolla en temperaturas más bajas, días más cortos y menor radiación. Sin embargo, hay que destacar que las rotaciones también se piensan en base a los beneficios que podemos obtener del tándem gramíneas/oleaginosas. Entre ellos un manejo integrado de plagas, cortar ciclos de enfermedades e incorporar materia orgánica al suelo.
En la edición n° 234 de la Revista Aapresid un artículo nos llamó muchísimo la atención. Se trata de una experiencia de Valentin Angelozzi, Virginia Bonino, Santiago Alvarez Prado y Guido Di Mauro. Compartieron los resultados de un ensayo realizado la última campaña en Zavalla, Santa Fe.
Al comparar rendimientos entre una soja de primera, sembrada el 15 de octubre, y una soja de segunda, sembrada el 15 de diciembre, detectaron un efecto diferencial del espaciamiento entre surcos.
De las tres variables estudiadas; genotipo, densidad de plantas y espaciamiento; la última aumentó de forma significativa el rendimiento de la soja de segunda y podría ser la principal variable de ajuste. Para el ensayo, se compararon espaciamientos de 0,52m y 0,26m, siendo este último el que consiguió mejores rindes y mayor cantidad de granos por metro cuadrado en ambas fechas de siembra.
El estudio también comparó densidades de siembra, tanto en 20 como en 40 plantas por metro cuadrado. En este sentido, los expertos señalaron que la soja de primera obtuvo mejores rendimientos con densidades bajas, expresado en más kilos por hectárea y un mayor número de granos. Esto puede explicarse por una producción más distribuida entre el tallo y las ramas.
En cambio, las sojas de segunda respondieron mejor a las altas densidades, que concentraron la producción en el tallo y limitaron la ramificación de las plantas. Por lo tanto, es posible cerrar brechas de rendimiento si hacemos sojas tardías con menor espaciamiento y alta densidad de plantas.
¿Cómo adaptamos la fertilización?
Conversamos con Emiliano Ferace, Ingeniero Agrónomo y Coordinador General de Agro Assistance Service. Al consultarle por este asunto, remarcó: “El primer paso es el diagnóstico de suelo, recomendamos hacerlo previo al cultivo de invierno. Si escogemos una rotación trigo/soja, el análisis de suelo tiene que considerar la demanda de nutrientes de ambos cultivos”.
Una práctica que viene ganando terreno es el muestreo de suelos a través de caladores hidráulicos. Estas tecnologías son ejecutadas a través de plataformas como Pique, que nos permiten analizar el perfil, incluso con los cultivos antecesores en pie.
De ese modo generamos prescripciones de manejo, que pueden incluir fertilización incorporada previo a la siembra y re-fertilizaciones en cobertura.
“Venimos haciendo énfasis especial en el manejo del azufre, un nutriente que suele aparecer limitante en la mayoría de los muestreos. Para este tipo de rotaciones, mantener los niveles de fósforo por encima del umbral de respuesta es fundamental. Lo mismo con el manejo de micronutrientes, como puede ser el boro, ya que estamos encontrando respuestas significativas”, explicó Emiliano, para quien la clave es desarrollar una oferta balanceada de nitrógeno, fósforo, azufre y micronutrientes.
Intersiembras
La intersiembra de soja sobre trigos en pie es una gran alternativa para ampliar las fechas de siembra. Sin embargo, hay que planificar la rotación antes de sembrar el trigo. Pablo Abbate, investigador del INTA Balcarce, señaló que esta práctica requiere dejar surcos libres en el cultivo de invierno, para sembrar semilla gruesa luego del espigazón de las gramíneas.
Aunque inicialmente tendrá un crecimiento limitado, una vez cosechado el trigo estas sojas van a tener un crecimiento más veloz que si hiciéramos un esquema normal de trigo/soja de segunda. Con el manejo adecuado, podemos lograr mayores rindes en el cultivo de verano y compensar la pérdida de rendimiento que tuvimos al dejar libres de trigo los surcos en invierno.
Mezclas físicas, una opción superior
Para potenciar al máximo los rendimientos y conservar la salud del suelo, usuarios de Altina han adoptado la aplicación de mezclas físicas, combinando fertilizantes sólidos con semillas.
Es que los equipos Altina montados sobre máquinas autopropulsadas son capaces de ingresar en cultivos avanzados y aplicar sobre el lote semillas y fertilizantes de manera uniforme, sin importar la granulometría ni el peso específico del producto.
Esta tecnología nos permite satisfacer las demandas nutricionales de la soja de segunda, al mismo tiempo que sembramos cultivos de servicios multiespecie que impulsen la actividad biológica, mejoren la capacidad de almacenar agua y modulen la emergencia de malezas. Estamos frente a una tecnología que, sin dudas, puede hacer la diferencia.